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Sobre la moción

 

Hoy ha concluido el debate y votación de la moción de censura que registró el Grupo Parlamentario de Vox en el Congreso de los Diputados. Una moción que ha paralizado el resto del debate político y ha obligado a los partidos a marcar su posición, no sólo para la propuesta presentada, si no para los próximos meses o años.

Desde el minuto uno, la moción estaba condenada al fracaso. Un fracaso porque no contaba, ni podría llegar a contar, con los apoyos suficientes para que prosperara. Un fracaso porque lejos de servir como instrumento útil de construcción de una alternativa de Gobierno, se ha quedado en un intento de control al Gobierno. Un fracaso porque lejos de unir, divide.

Lejos de la batalla numérica, esa que, junto al voto útil, poco interés tiene para muchos, existe una batalla ideológica de fondo que hasta ahora se había quedado sin respuesta por parte del Partido Popular. Una batalla ideológica y de concepción del Estado, de la Unión Europea y de los derechos y libertades de todos los ciudadanos.

Hay motivos para reprobar y censurar al Gobierno, motivos que son conocidos, y que por la crispación, la división y el radicalismo, se quedan en la nada. No obstante, los instrumentos democráticos y parlamentarios lo son para cumplir su objetivo. El objetivo de una moción de censura es proponer un programa y un candidato alternativo. Lo tenemos reciente, pues en el año 2018, tenemos el ejemplo más reciente.

Es ahí, donde se ha librado la verdadera batalla ideológica en esta moción. En mi opinión, la ideología sirve para defender unas posiciones u otras, pero en política, al igual que en la vida, no existe la verdad absoluta, le pese a quién le pese. En el turno de exposición del candidato a la presidencia del Gobierno, Santiago Abascal, y en los sucesivos turnos de réplica, se ha podido vislumbrar que no existe más que un candidato, pero que no lleva consigo un proyecto para España, más que dividir entre buenos y malos.

Hemos visto referencias a Soros, a China, al “virus chino”, a la URSS, al “sueño europeo de Hitler”, pero, en plena segunda ola de una pandemia, no hemos visto referencia a un proyecto claro para recuperar el crecimiento económico, la creación de empleo y afrontar las necesarias reformas que España necesita, desde Sanidad hasta Educación, pasando por Justicia y Hacienda.

El discurso de Vox lanza mensajes que no se sostienen con la realidad. Habla de un golpe de Estado en Cataluña en octubre de 2017, como si nuestro ordenamiento jurídico, nuestra Constitución y los Poderes del Estado no hubiesen impedido, con la ley en la mano, cualquier intento de sedición y quebrantamiento democrático. Fue el Partido Popular y el Gobierno de Mariano Rajoy quién aplicó el artículo 155 para cesar al presidente y al gobierno de la Generalidad de Cataluña, y no existió ningún golpe de Estado. Puede parecer ridículo, pero no se puede decir que pasó algo que, atendiendo a la realidad histórica y a la evidencia, no ocurrió.

Habla de la situación de la inmigración, pero lo hace, no para presentar una alternativa o un proyecto de control de fronteras, de gestión de la inmigración, lo hace para resaltar, sin presentar ningún solo dato, que la inmigración ilegal delinque, como si no existiesen ciudadanos españoles que, por uno u otro motivo, sin justificar ninguno, también lo hacen. Pone en el foco una problemática que, desde el discurso populista de cierre de fronteras, de muros y de pistolas, jamás se va a resolver. Un problema que además afecta a la Unión Europea, otro ámbito en el que la realidad vuelve a imponerse a la mentira y al euroescepticismo.

Y entre muchas otras argumentaciones realizadas por el grupo Vox, unas más coherentes y otras sin ninguna coherencia, se desliza el ataque al Partido Popular. La derechita cobarde, el apoyo del consenso progre, la socialdemocracia (de forma despectiva), entre muchos otros descalificativos. No sólo hacia el partido, si no hacia sus afiliados y votantes, que, hasta la fecha, son unos cuantos más que los que optan electoralmente por Vox.

Ayer vivimos un ejemplo de la política de la confrontación. Y cómo ese discurso, es el que ansía tanto el PSOE para justificar su acuerdo con Podemos, como éste último para justificar su presencia en el Gobierno. Los extremos se alimentan entre sí. Hoy, el Partido Popular ha respondido de forma directa y contundente, como así requería la situación, a las mentiras y de descalificaciones que sobre el PP se han ido deslizando por parte de los dirigentes de Vox.

El presidente del PP, Pablo Casado, ha dejado claro que la postura del PP es mirar al futuro, defender la Constitución de 1978 y su sentimiento de unidad, concordia y diálogo, y de atender a los problemas reales de los españoles. Creemos en el estado autonómico, creemos en el municipalismo, creemos en la libertad. Diálogo, entendimiento, debate, no significa necesariamente un acuerdo, pero sí es el camino para ello.

Hacer una oposición útil, firme y contundente hasta que se logre convencer a una amplia mayoría de españoles democráticamente en elecciones, de que existe un proyecto para España que no es el que, actualmente, tiene el gobierno de coalición entre PSOE y UP. Ni sobre la idea de España como Estado, ni sobre las políticas económicas, educativas, sociales o laborales.

La UE avisó ayer a Sánchez de que la propuesta de ley de reforma del CGPJ, puede incumplir varias normas europeas para asegurarse de que el Poder Judicial no está sometido a los políticos, ni existe politización. Hoy, el Gobierno anuncia que suspende el reloj para negociar. Ya conoce cuál es la propuesta del PP en este sentido.

El PSOE tiene ahora que decidir el rumbo a seguir: o volver a encender el fuego de la crispación, o adoptar una política útil, sin radicalidad. Tiene que dejar de mentir para vender su discurso, sus medidas o sus propuestas. La portavoz socialista, instaba a Casado a romper con los “ultras”, se olvida que el PP gobierna en las comunidades autónomas como Madrid, Murcia o Andalucía en coalición con Ciudadanos, y que el único partido que gobierna en coalición con una formación que, hasta la fecha de hoy, ha mostrado ataques a las instituciones y poderes del Estado, es el suyo.

En definitiva, con el máximo respeto a los votantes de Vox, el PP ha mostrado hoy que la única alternativa al PSOE y el Gobierno Sánchez-Podemos, es una opción de centroderecha constitucional, centrada y moderada. El camino de la división, el enfrentamiento y las trincheras, que tan bien sirven a los intereses de unos, ni es útil, ni necesario.

El resultado de la moción de censura, con 298 votos en contra de todos los grupos políticos, excepto los 52 diputados de Vox que han votado a favor, deja claro que no ha logrado convencer a nadie. Porque donde no hay proyecto, no hay nada. Hoy acaba un circo político en el que la coalición de Gobierno sale reforzada, y el centroderecha se divide. Pero también hoy, puede ser el inicio de un nuevo ciclo político.

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